“Alguien que está solo puede ser atacado y vencido. Pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente” 

(Ec 4:12).

Así como les manifesté en artículos anteriores, al indicar que no estamos solos y que hay más personas acompañándonos en este camino, hoy deseo referirme acerca de la importancia de la relación entre todos aquellos que hemos aceptado compartir una misma visión de país.

Un país que se levante de las cenizas, no necesita solo gente con sentido solidario y colaborativo, ni que solo tenga la voluntad y el esfuerzo para reconstruir. Estas cualidades son importantes pero, con el tiempo, generan fatiga, apatía y abandono si no hay una conexión más profunda con lo que se está haciendo. Un país, que ha sufrido tanto como el nuestro, necesita redefinir el vínculo que nos constituye como nación, afianzarlo, y así podremos garantizar una reconstrucción que permanezca en el tiempo.

Tiene que ver con mucho más que la unión de sectores, porque podemos unir criterios, podemos unir esfuerzos, pero si no hay un corazón unido, un pacto establecido, una relación fuerte, todo lo que se haga será en un marco circunstancial y temporal. Y lo que nos ha tocado transitar en estos días, debe ser una historia que nuestros hijos no deberían repetir jamás.

Una relación implica compromiso, conexión, nexo, correspondencia de algo con otra cosa. Ensambladura. Trato.

Que interesante es la tradición cultural de algunos pueblos donde las personas al presentarse ante otros, no solo dan a conocer sus nombres, si no que es muy importante reconocer de quién eres hijo o hija; cuál es tu familia y ascendencia. Esto se traduce como una muestra que esa persona es fiel representante de los suyos. Porque se sobreentiende, que debe haber un mismo linaje, una misma formación. Significa que ver a esa persona, es ver las características de su progenitores y antecesores, porque existe una relación, una conexión.

Una relación demanda pacto, compromiso con un fin o visión determinada. Al implicar el espíritu de ese acuerdo, las partes articulan una misma visión por lo que se hacen una. Y donde esté cualquiera de ellas, la otra parte también estará representada.

No nos quedemos cortos pensando que este tipo de relaciones solo pueden ser experimentadas en el seno de la familia. El país necesita que activemos relaciones de vida que sean pilares en las reformas que requiere y en su reconstrucción.

Desde un plano individual, es importante conocer con quién pactar, con quién establecer un compromiso de vida. Debemos saber si nuestras relaciones actuales nos llevan al logro de nuestros planes o nos desvían de ellos. La única forma que haya una concepción común es que dos personas se unan. Si queremos dar a luz una Venezuela Nueva, debemos renovar nuestro compromiso, nuestra forma de relacionarnos con ella, por lo que no estaremos más asociados, estaremos penetrados uno dentro del otro. Solo así se creará un vínculo inquebrantable que crecerá con el tiempo y definirá una nueva ciudadanía comprometida con sus raíces y sus generaciones venideras.

Francisco Flores S.

Presidente FVN-EGLR.

Categories:

Tags:

No responses yet

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comentarios recientes

No hay comentarios que mostrar.